viernes, 27 de febrero de 2009

PALABRAS QUE SE HACEN VIDA (EJERCICIOS ESPIRITUALES)

EJERCICIOS ESPIRITUALES

Los Ejercicios Espirituales son un tiempo de paz, de encuentro con el Señor, de silencio interior; el silencio tiene razón de ser por respetar el tiempo de la otra persona pues el ritmo del camino es muy personal.

ORIENTACIONES PARA LA ORACIÓN

  •  En el comienzo nos pregunta Jesús: “¿Qué buscáis?”;
    es preciso saber perder el tiempo para estar con el Señor y “¿Qué quieres que haga por ti?”
  •  Dar gracias junto con Jesús por tanto bien recibido, por el don de la vida; pedir al Señor la gracia de vivir la vida con serenidad y paz y dejar que entre la gente en la oración: personas concretas, situaciones vividas. Dios sólo pide aquello para lo que capacita.[1]
  • Lo que no rompe es apropiarnos del don; pedir al Señor la gracia de reconocer que nuestra tendencia es apropiarnos del don; cuando me apropio del don dejo de generar misericordia y viene el orgullo, el engreimiento y el desprecio a las criaturas, dejo de ser agradecido, se rompe el plan de Dios y la fraternidad. El pecado es desenfocar la vida; le pedimos al Señor que nos reubique en nuestro ser de criaturas, que nos conceda una mirada limpia. El pecado no lo encontramos por pura introspección, ni mirando al mundo desde fuera, como un espectador. Los lamentos son inútiles, la misericordia sólo se descubre poniendo los ojos en el Señor Jesús porque la mirada del Señor siempre es misericordiosa.[2]
  • El Señor invita a seguirle para que, junto con Él, nos metamos en el mundo roto para ser portadores de Buena Noticia. Pedir la gracia de no ser sordas a su invitación. Jesús nos invita a meternos entre el mundo viviéndonos como criaturas entre las criaturas. La invitación nos dinamiza, nos sitúa en este mundo concreto como mujeres portadoras de Buena Noticia. Sólo cuando nos vivimos como criatura entre las criaturas  y le decimos sí al Señor desde la vulnerabilidad y la debilidad podemos llevar la Buena Noticia y transparentar la misericordia del Señor y su ternura.[3]
  • Acompañar al Señor poniendo los ojos fijos en Él, contemplar cómo se sitúa en la vida, se siente impulsado a predicar el Reino y curar dolencias. Jesús hace el anuncio del Reino en este mundo roto y por eso pasa también Él por la prueba que el mundo le hace en su modo de ubicarse en su vida y en la misión.[4]
  • Acompañar a Jesús que actúa en los caminos de Galilea y contemplar lo que dice, lo que hace, cómo lo hace, etc. Los milagros que realiza Jesús son todos signos del Reino, actos de poder de Jesús, prácticas de sanación que regeneran la dignidad de las criaturas. Esa es la libertad de Jesús, aliviar a la gente que sufre, cuando la criatura necesita.[5]
  • Jesús vive su misión desde la compasión, se retira a orar y de esa oración vuelve con entrañas aún más compasivas para aliviar a las criaturas. Le preguntamos a Jesús desde qué Dios se vive, a qué Dios invoca para implicarse compasivamente.[6]
  • Es importante retomar los momentos donde he encontrado consolación, es importante caminar humildemente por la vida.[7]
  • Todo el vivir de Jesús es amor hasta el extremo. Al acercarnos a contemplar la Pasión no la podemos separar de su vida, pues Jesús va a la muerte por amor.[8]
  • Jesús pasó haciendo el bien y entregó su vida hasta el final, una vez Resucitado hemos de alegrarnos con su alegría, para eso hay que quererle mucho con mucha gratuidad en la relación. Creer de verdad el sí de Dios, la Resurrección, tiene consecuencias en la vida cotidiana.[9]

ORIENTACIONES PARA LA VIDA COTIDIANA

Cuando la realidad se presenta desolada, discernir es examinar mis perezas; la realidad nos pone a prueba, nos tienta en nuestro seguimiento del Señor en nuestras motivaciones. Hemos entrado en la Vida Religiosa para intentar que el otro sea más feliz, queremos poner nuestra vida al servicio de las criaturas y la felicidad propia viene por añadidura. San Ignacio convierte la desolación en oportunidad del Espíritu Santo, en tiempo de gracia porque la realidad pone a prueba por qué estamos en el servicio. Agradecer el don y pedir fortaleza en la desolación.
Aunque la realidad rota nos produzca tristeza, nos podemos mudar contra la desolación. El riesgo es creer que hay dos realidades con la misma fuerza, es preciso no dejarse arrastrar por el derrotismo y tampoco simplificar, aunque la realidad es compleja, pues, cuando se percibe la realidad desolada, lo más fácil es simplificar el análisis de lo que pasa y buscar un culpable. Es preciso examinar lo que acontece y orar por ello mirándolo con los ojos de Jesús. Cuando examinamos lo que ocurre y lo oramos, se nos ocurren cosas que llevan consigo más penitencia y abnegación que quedarse lamentándose.
Poner los ojos fijos es contemplar cómo Jesús se sitúa en la vida. Inconscientemente Jesús se convierte en un modelo a imitar, el Evangelio no es un moral de comportamiento, no es medirse con la imagen ideal. El Evangelio es para vivirlo y disfrutarlo, Jesús es el Hijo de Dios vivo, la misericordia de Dios que convoca desde lo que soy cuenta con lo que soy. Es fundamental el “Ven conmigo” en el seguimiento, Él cuenta con lo que cada uno somos y contagiarse de sus sentimientos para hacerlo con Él y a su manera.
Contemplar es no precipitarse sobre el relato evangélico, no darlo por sabido, por eso es preciso entrar en la Palabra con reverencia para que el Señor pueda hablarme, pues si nos precipitamos no dejamos a Jesús que me exprese quién es Dios ni quien es ser hombre o mujer. También es disposición del corazón de orar con mucha humildad, pidiendo que el Señor me configure. Cuando contemplo la naturaleza me dejo conmover por ella y no pienso si hubiera podido ser el creador, sin embargo, cuando contemplamos a Jesús con frecuencia nos preguntamos y nos decimos que no somos capaces. Contemplar el pedirle al Señor que nos contagie y nos configure, es fiarse de la capacidad que tiene Jesús de conmovernos por dentro.
El criterio más fecundo en el discernimiento, junto con la acción de gracias es que en todas las etapas de la vida, todos tenemos temores y miedos, unos comunes y otros de cada uno. San Ignacio invita a enfrentar los temores, ponerlos delante para que no se apoderen. Lo peor es vivir engañado, por eso hay que elaborarlos, para no construir la vida en falso. Es importante también comunicarse, pues el seguimiento del Señor no se hace en solitario y comunicar alivia, serena y pacífica.

[1] Mateo 11,25-30; Lucas 6,46-49; 1 Corintios 10,4.
[2] Deuteronomio 8,7-9,6; Lucas 7,36-50; 18,9-14; Salmo 103.
[3] Lucas 5,1-11; 1,26-56-
[4] Mateo 4,1-11; 5,1-12.
[5] Lucas 7,11-16; 8,40-56; 13,10-17; Marcos 3,1-6.
[6] Lucas 15,11-32; Mateo 20,1-16.
[7] Marcos 8,27-33; 9,30-37; 10,32-45.
[8] Juan 10,1-18; 13,1-15,27; 18,1-19,24.
[9] Juan 20,11-18; Lucas 24,13-35; Juan 20,19-29; 21,1-19.

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