VIDA RELIGIOSA
Nuestra identidad es una realidad compleja que se configura de dentro hacia fuera: soy una persona humana que desea ser como Jesús, vivir al estilo de Jesús y de Santa Paula Montal. La identidad de la vida religiosa consiste ofrecer una expresión vivida del destino de todo ser humano ya que cada uno descubre su identidad en la respuesta a la invitación de Dios a compartir la vida divina. Nosotros estamos llamados a ofrecer una particular y radical respuesta a esa vocación renunciando a cualquier otra identidad que pueda seducir nuestro corazón. Lo más importante que tenemos que ser en la Iglesia es ser signo, vivir los valores de Jesús de forma visible. Toda la Vida Consagrada debe ser hoy “signo y profecía del Reino ya presente”, practicando la justicia, amando la fidelidad y caminando humildemente con Dios. (Miqueas 6,8).
Vivimos el amor de una manera alternativa, este es nuestro celibato. Hemos hecho un compromiso de amor total a Jesucristo, porque se nos ha dado a entender que esa es la voluntad de Dios, por eso hay que cultivar la amistad con Jesús de manera progresiva, aficionarse a Él.
¿Qué nos ayuda a irnos haciendo célibes? Para vivir el celibato se necesita madurez; un medio muy importante es el acompañamiento; es necesaria la relación con Jesús, el vivir en comunidad, la misión, la entrega en fecundidad y las relaciones de amistad. Ayudan mucho
las crisis[1]. Una consecuencia de este irnos haciendo célibes es la alegría, por eso, cuando no estamos alegres es preciso buscar acompañamiento y ponernos ante el Señor. Todo taxi libre tiende a ocuparse, por eso hemos de vivir unas relaciones humanas cordiales, en gratuidad, pero como una mujer bien casada.
las crisis[1]. Una consecuencia de este irnos haciendo célibes es la alegría, por eso, cuando no estamos alegres es preciso buscar acompañamiento y ponernos ante el Señor. Todo taxi libre tiende a ocuparse, por eso hemos de vivir unas relaciones humanas cordiales, en gratuidad, pero como una mujer bien casada.
Dios nos ha hecho necesitadas, pero nosotras, por la alegría de haber encontrado el tesoro que es Jesús, para seguirle, elegimos una vida pobre, sencilla, sobria, comprometida por los pobres y hemos hecho la opción de la comunión solidaria de bienes, de utilizar los bienes pero no tenerlos como propios; de esta manera nos vamos haciendo pobres y vamos compartiendo los bienes con los empobrecidos, con los
que no cuentan. Sólo se puede vivir desde la fe, con una actitud de abandono y
confianza en Dios y produce la verdadera alegría en el fondo del corazón
que no cuentan. Sólo se puede vivir desde la fe, con una actitud de abandono y
confianza en Dios y produce la verdadera alegría en el fondo del corazón
Sólo se puede ser obediente cuando se es libre. Cuando una persona descubre que en el fondo de su corazón desea a Jesús y a su Reino, afirma que quiere vivir dentro de este proyecto; es lo que llamamos fe, y es una opción. La persona tiene que buscar la voluntad de Dios, para eso tenemos mediaciones: la conciencia, los acontecimientos, la Iglesia, la Palabra,… Las personas, en la Vida Religiosa, además de éstas añadimos como mediaciones el carisma, las Constituciones y Reglas, el Proyecto Comunitario y nuestros superiores y comunidades.
Creer que Dios tiene un plan para mi Congregación y para mí, que ese plan de Dios puede ser conocido, tener un apasionamiento por la voluntad de Dios hasta que lleguemos a ser como Jesús, esta búsqueda supone la súplica continua: Señor, dime tu voluntad, liberar el corazón y utilizar las mediaciones y aceptar en fe lo descubierto, son actitudes personales para vivir en la obediencia
La obediencia también tiene una dimensión social, la obediencia es fraterna ya que nos encontramos con un grupo de personas que, cada una, hemos acudido por la relación con el Señor y ha decidido seguirle.
Los rasgos de la comunidad son circularidad, discernimiento e itinerancia. La circularidad consiste en que el centro de la comunidad es Jesús, este centro nos atrae a todos los miembros de la Comunidad y nos hace girar en torno a él de forma interdependiente. El Proyecto Comunitario es la mejor forma de corresponsabilidad, es la búsqueda conjunta.
Como el centro de la Comunidad es Jesús, somos comunidades creyentes que estamos llamadas a seguir a Jesús, nuestra vocación es convocación, por eso es necesario el discernimiento en todo lo que se refiere a la vida y la misión, la búsqueda conjunta de la voluntad de Dios. El gran discernimiento es el Proyecto Comunitario.
Somos comunidades itinerantes, somos caminantes. Es un elemento de la fe y una consecuencia del seguimiento de Jesús. Tenemos la tentación del sedentarismo, por eso hemos de estar permanentemente en movimiento, abiertas a lo que el Señor quiere de nosotras, esta es la obediencia, la fidelidad está en el corazón,
Hemos experimentado que el estilo de vida de la Vida Religiosa nos ayuda a seguir a Jesús, por eso nos comprometemos a Él y somos consagradas en la Iglesia, ungidas por el Espíritu Santo y envidada a ser signo, memoria de Jesús. El compromiso de nuestra parte y la consagración de Dios da una nueva identidad creyente y consagrada. Hacemos los votos según unas Constituciones, esto nos proporciona pertenencia y raigambre, después de pronunciar los votos ya no nos pertenecemos, ya nos hemos entregado.
La comunidad es una dimensión esencial de nuestra vida, nos vamos haciendo hermanas. Construir comunidad es un reto, porque hay dificultades: somos diferentes en ideas, cultura, carácter, etc., estamos en proceso, tenemos inmadureces, somos pecadoras, tenemos debilidades, tenemos relaciones de poder, pero la dificultad mayor es que a veces Jesús no es el centro de nuestra comunidad.
Para construir comunidad son necesarias la acogida, la comunicación, la corresponsabilidad y la misión en común. La acogida es necesaria ya que ni nos escogemos ni nos hemos elegido, nos encontramos y nos acogemos, porque es una opción libre, con compasión, reconciliación y servicio y la comunicación es indispensable para hacernos hermanas, hemos de mantener en tensión la comunicación y el silencio, esto es lo que ocurre en el diálogo, que produce encuentro y acercamiento, ya sea en las reuniones comunitarias o en el diálogo en fe.
La fraternidad es posible, estamos hechas a semejanza del Dios trinitario, en nosotras hay una huella de vivir en armonía; el centro de nuestra vida es Jesús que nos llama, nos mantiene unidas al reunirnos y está siempre intercediendo por nosotros; somos consagradas por el Espíritu Santo que nos va capacitando para un amor superior a nosotros; la Eucaristía es la gran mediación hacia la utopía que nos impulsa hacia adelante.
La misión es el tema clave de la Vida Religiosa pues ella misma se hace misión, es la razón de ser y el estímulo de la fidelidad. La misión de la Vida Religiosa es ser signo evangélico de que Cristo está hoy vivo y presente. La vida se hace misión, la misión no es sólo lo que hago, sino que toda mi vida tiene un matiz de ofrenda; para cumplir la misión nos servimos de plataformas de misión.
No podemos identificar trabajo y misión, cuando el trabajo está atravesado por la fe se convierte en misión. La misión es un desbordamiento de la fe, Jesús, que es el Hijo enviado, es el que nos envía, el sentido de la misión es un impulso del Dios vivo para que todos tengan vida abundante. Nos convierte en instrumentos del Espíritu Santo, somos profesionales de lo que hago pero no puedo abrir el corazón, es lo tiene que hacer el Espíritu Santo. El estilo de Jesús es la marca de calidad, la fe afecta a mi persona. El objetivo es el Reino, con la misión pretendo que conozcan el proyecto de Dios. Siempre estamos en misión.
La Eucaristía es hacer de la vida una ofrenda, como hizo Jesús. Jesús, al celebrar la Última Cena, quiso hacernos capaces de seguirle y de vivir como Él. La entrega de la vida es como el pan que se parte y como el vino, debemos “hacer lo mismo”, es decir, entregar la vida. Los primeros cristianos se reunían a partir el pan, es el Sacramento de nuestra fe, lo que Jesús vivió y lo que también nosotros queremos vivir nosotros; en la Eucaristía ofrecemos lo que pasa en el mundo, los gozos y sufrimientos, también ofrecemos nuestra “vidita”, la vida de la mañana a la noche. El sacerdote pide que el Espíritu Santo se derrame sobre todo lo ofrecido y se convierta en el cuerpo y la sangre de Jesús. Hemos de hacer de la vida Eucaristía.
[1] En chino la palabra “crisis” (危机) es un concepto combinación de dos caracteres. El primero (Wēi 危) significa “peligro” y el segundo (Jī 机) es traducido entre otras acepciones como “oportunidad”. En todo peligro existe una oportunidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario