sábado, 17 de marzo de 2012

CUANDO LLEGAN LAS MARIPOSAS

Cuando  las mariposas llegan, la preocupación aumenta, va creciendo poco a poco hasta invadirme totalmente y mi sonrisa desaparece, transformándose en una mueca. Me siento rara y extraña pues desconozco su origen, su color, su contenido... sólo sé de sus efectos... cuando llegan.  Y la gente me dice que no es mi sino, que estoy llamada a ser feliz y a irradiar mi alegría. 
Parece que algo falla... porque desde hace algún tiempo no estoy bien. esta es la peor presión. Todo parece insistirme en que está en mi mano siempre el sentirme en paz. 

Es la peor de las trampas. Tanto grito, tanta llamada, tanta propuesta para ser feliz, para ser dichoso, para tristeza unfar y conseguirlo todo... terminan convenciéndonos de que, por encima de todo, hay que estar bien. Y en cuanto uno está mal, por los motivos que sean, parece que algo falla. Todo parece insistirnosen que está en nuestra mano siempre el sentirnos en paz. Contagiados de un misticismo que exalta la armonía íntima y la calma como resultado de la propia peregrinacion interior, parece que uno no puede ser sacudido por tormentas, atormentado por la duda, herido por el amor o enfadado por los conflictos. Parece que rápidamente hay que sobreponerse a cualquier contrariedad, como expertos en auto-cominio y control emocional. Parecería que hay que tener a mano todos los recursos para no dejarse llevar, para no perder la calma, para mantenerse siempre impertérrito, para no permitir que las cosas te afecten más de lo conveniente...

Es terrible esa presión. Y es muy dañina. porque te obliga, en cuanto estás tocado por las razones que sea, a volcar tus energías en encontrar la forma de recomponerte. Y si no eres capaz, o no tan rápido como querrías, entonces el malestar se convierte en una losa añadida que te lleva a dudar de todo: de los otros, de ti mismo y de Dios. Te parece entonces que una crisis, una herida, una ausencia, un rechazo o un tiempo de sequedad son únicamente un constante recordatorio de que estás haciendo algo mal. Y rápidamente tienes que acudir a alguien para ver si te dice lo que tienes que hacer para volver a estar bien.

En algunos momentos tenemos que darnos el permiso para estar mal. Tenemos que ser capaces de aceptar que podemos pasar por etapas de incertidumbre, por noches más o menos largas, por periodos de sufrimiento. En los momentos en que todo parece radiante, quizá lo sabio no es aferrarte a ese bienestar, sino agradecerlo, y hacerle un lugar en el recuerdo a ese tiempo bueno, para que cuando lleguen las tormentas tengas esa memoria a la que aferrarte y un horizonte en el que creer.

(Tomado del libro La alegría, también de noche de José Mª Rodriguez Olaizola)


No hay comentarios:

Publicar un comentario