sábado, 28 de julio de 2007

EN LA BARCA CON EL MAESTRO (Resonancias del Evangelio de Marcos 4,35-41)

El viento recio sopla y todo se tambalea, vienen las pruebas, llegan las crisis y el tentador hace su papel sembrando en el corazón la cizaña de que Dios ha abandonado, de que todo está hecho y sólo queda rendirse y tirar la toalla… pero Jesús no deja, Él está en popa, nunca deja solos. “Nunca” y “siempre”, dos palabras impronunciables en el día a día porque no hay seguridad completa, sin embargo nuestra fe nos dice que Dios nunca abandona, que siempre está en la barca.

 Cierro los ojos y me imagino la barca, tan feliz porque voy con Jesús, porque me ha dicho que me ha elegido y me ama, porque le he visto levantar, sanar, curar, limpiar, devolver la movilidad o el habla, porque me ha contado bellas historias del Reino de Dios… pero de repente vienen la tempestad y las dificultades y se me olvida que Jesús duerme tranquilo al otro lado de la barca. Sí, tengo miedo, pánico, estoy aterrada y no puedo reaccionar, poner a la luz lo mejor que tengo, los dones que Dios ha puesto en mí. Entonces, zarandeándole le grito:  - ¡Despierta, Señor, que tengo miedo! ¡ que nos hundimos! – Pero él me responde  - ¿Cómo te vas a hundir si yo estoy contigo?-. 

 Es la Palabra fundamental, lo que prueba toda fe, lo que cuestiona si la Palabra del Padre pronunciada en el Jordán ha calado hondo en el corazón. ¿Confías en mí?… Pues, ¡¡adelante!!, que lo puedes todo conmigo.

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